martes, 15 de junio de 2010

Que Libranda nos libre















El pasado 25 de mayo, la plataforma digital Libranda hacía pública su existencia así como los motivos que han llevado a su constitución como plataforma digital. La noticia aparece justo cuando el futuro del mercado de las letras resulta un tanto enigmático.

Para ponernos un poco en situación, explicaremos detalladamente en qué consiste esta nueva iniciativa:

Libranda se ha constituido gracias al acuerdo de los grandes grupos editoriales (Grupo Planeta, Grupo Random House Mondadori, Grupo Santillana, Roca Editorial, Grup62, Grupo SM y Grupo Wolters Kluwer). El objetivo es dar un servicio de plataforma global gracias al que los usuarios puedan descargar los títulos deseados en formato digital para poder disfrutarlos en sus respectivos e-books. Las editoriales que componen Libranda se encargarán de facilitar sus fondos a la plataforma (mediante previo acuerdo con los autores que decidan comercializar también en formato digital) y las librerías se encargarán de la venta.

Esta es la idea a grandes rasgos, pero es precisamente esta última característica la que encuentra algún escollo escéptico entre los usuarios. Muchos no comprenden por qué los libreros han de ser un paso más en la jerarquía virtual, ya que su aporte se lleva un pedazo grande del pastel (no hay que olvidar los porcentajes sobre los que se sustenta la industria librera actual, en la que el librero se lleva entre el 30 y el 40% de la venta, el distribuidor y el editor un porcentaje similar y el autor tan sólo obtiene una cifra muy inferior al 10%, de la que encima ha de pagar a su agente editorial). Según Libranda, el objetivo es respetar la estructura clásica de la venta de libros, aunque también es cierto que estamos viviendo un periodo de redefinición en la que muchas “estructuras clásicas” se tambalean bajo nuestros pies.

Sea como fuere, la plataforma nace en un intento de adelantarse al efecto que la piratería está causando en otras industrias culturales también clásicas (o incluso arcaicas) como la música o el cine.  Pero es que en este caso hay rasgos un tanto peculiares: el libro cuenta con la gran ventaja de ser un bien cultural de largo consumo. Es decir, se tardan unas cuantas horas en leer una novela. Y no digamos en escanearla o transcribirla. Eso es algo supone una ventaja de cara a la piratería, y más que detenernos en el aspecto de la creación del archivo libre (todos sabemos que por muchos sistemas anticopy que se inventen, la tecnología, al igual que la naturaleza “se abre camino”), hay que tener en cuenta que hay una gran mayoría de usuarios que se resiste a leer de otra manera que no sea sobre papel. De momento, los lectores digitales son bastante caros, y por desgracia el hábito lector en España no es tan exacerbado como para invertir una media de 300 euros simplemente “para leer”. Aunque también es cierto que a esto ha contribuido la poca oferta de títulos que existen hoy en día en formato digital.

Algunos comentan que el panorama cambiará de cara a la próxima campaña de Navidad, donde se espera que los e-books bajen su precio y se vendan como rosquillas. Para entonces el catálogo que ofrezca Libranda será bastante amplio (la plataforma ha arrancado en junio con 5.000 títulos y se prevé que para noviembre la oferta sea de muchos más), pero no ha reparado en otros dos aspectos fundamentales, y es de nuevo, el precio final del libro digital, así como su modo de comercialización.

En su presentación a los medios, la plataforma afirmó que la obtención del libro digital conllevaría una reducción del precio de un 30% comparado con su homólogo en papel. Admitían además, que esto suponía una ventaja de cara a ampliar los beneficios de los autores, que verían aumentada su comisión del ridículo 10% (en los mejores casos) hasta un 20 o 30 %. Deteniéndonos a mirar las opiniones de los “futuros” usuarios, estos manifiestan que una reducción de un 30% no es suficiente para convencerse a adquirir un libro en ese formato. Comparando un libro en papel que cueste unos 20 euros, muchos no están dispuestos a pagar 15 por un archivo descargable, aunque admiten que si el precio fuera de unos 5 o 6 euros se lo pensarían. Por otro lado, existe el problema de que un libro en papel soporta un IVA del 4% mientras que en digital, el impuesto asciende a un 18% (contando con la anunciada subida del IVA en el próximo mes de julio). Algo que se espera que el Gobierno tenga en cuenta.

Además, abordamos otra de las incógnitas fundamentales respecto a la comercialización de estos archivos digitales. Libranda ha manifestado que está incluyendo a los libreros en la ecuación, pero en muchos casos, la descarga se realizará físicamente en la misma tienda (algo que se da de bruces con la filosofía internauta y digital, en la que sin moverse de su casa, el lector exige poder solucionar todas sus gestiones). Debemos alabar, en cambio, la rápida maniobra de réplica de la plataforma, que se ha apresurado a publicar en su página web, que las descargas también podrán realizarse on-line, y que se está negociando con otras editoriales para ampliar la oferta tanto de comercialización como de catálogo.

También apuestan por la flexibilidad. Mantienen que están abiertos a estudiar continuamente los movimientos del sector, estar muy pendientes de otra industrias como la francesa o la americana, en un intento de lograr adaptarse lo antes posible a las variaciones que pueda sufrir el mercado del libro en general y el digital en particular. De momento es algo loable y que se les agradece. Amplitud de miras es lo que nos hace falta.

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