jueves, 17 de junio de 2010

De perogrullo

















En las páginas de cultura de los diarios de hoy encontramos el fallo del I Premio de Literatura Infantil “Ciudad de Málaga”, el cual ha recaído sobre la asturiana Mónica Rodríguez. La convocatoria del premio se lanzó a principios de este año, y sorprendían las jugosas condiciones que traía bajo el brazo. En primer lugar, se trataba de un certamen promovido por el Ayuntamiento de Málaga, el cual, también ha sido apadrinado por una potente editorial como es Anaya. El premio consistía en la publicación de la obra ganadora en la colección “Sopa de letras” de dicha editorial así como un suculento adelanto de 5.000 euros. La cosa no pintaba mal, y de hecho sorprendía al tratarse de un premio dedicado a la Literatura Infantil y Juvenil.

Esta mañana, el Ayuntamiento de Málaga ha hecho público el resultado del concurso, y una gran madrina de honor como Ana María Matute no ha dudado en reclamar que "La literatura infantil es muy importante y muy difícil de hacer; la gente cree que escribir sencillo es fácil y es dificilísimo; es más fácil escribir complicado".

Y cuánta razón lleva.

Existe una inmensa mayoría que menosprecia la LIJ (para entendernos, Literatura Infantil y Juvenil) entendiéndola como un género menor de la misma manera que menosprecia a su público por el hecho de ser niños. No me entendáis mal, es algo común en nuestros días. “Bah, cuentos para niños” diría un adulto que se cree maduro, sin saber realmente si lo que rechaza es al cuento o al niño. Y es que el que se adentre en el mundo de la LIJ y se crea capaz de ahondar entre sus entresijos ha de tener muy claras ciertas ideas:

  1. Los niños no son tontos. Es más, son los más listos del planeta. Y si algo no les gusta —cosa que además nos harán saber sin ningún tipo de pudor— hemos de tener claro que el error ha sido nuestro. Metámonos esto en la cabeza: un niño no es un adulto —aunque la afirmación parezca de perogrullo—: su madurez cognitiva, su capacidad de razonamiento, sus pulsiones, su desarrollo… todo está por hacer. Un adulto ya ha solucionado su fase de maduración. Es como una gran antena parabólica que capta cualquier frecuencia, por extraña que sea. Y está preparado para identificarla. En cambio hay cosas que un niño será incapaz de comprender, porque aún no habrá aprehendido el código necesario para descifrar lo que queremos decirle, es decir, ni los conocimientos ni la madurez necesarios como para que algo le guste o le interese.
  2. No todas las historias valen para todos los niños. Desarrollando esta idea podemos apoyarnos en las divisiones que Chema Gómez de Lora realiza en su “Manual de Literatura Infantil y Juvenil teniendo en cuenta el nivel de desarrollo: antes de los 6 años (en los que la literatura tiene una función de aprendizaje del mundo que les rodea y de proporcionar placer con protagonistas todopoderosos así como con ilustraciones atractivas) y de 6 a 12 años (cuyas fases son más diferenciables entre sí). En esta segunda etapa nos damos cuenta de que no es lo mismo una historia dirigida para niños de 7 años en las que ya no hay tanta dependencia de los padres y la creación de los valores propios empiezan a gestarse que una obra enfocada hacia un niño de 11 que simplemente esperará una trama de pandilla que corre muchas aventuras. Cada edad tiene sus características y sus necesidades literarias.
  3. Un niño no ha leído lo que has leído tú. Es decir, lo que para ti puede llegar a ser previsible, para un niño no lo es tanto. Tú has revisado miles de estructuras narrativas, ya sea por tu lectura acumulada a lo largo de los años, por las películas que has visto (sí compañeros, entre cine y literatura no hay tanta diferencia estructural), o por lo que has estudiado —si es que el tema te interesó un poco—. Pero es que un niño de 8 años aún está aprendiendo a leer correctamente. No le pidas que desentrañe una trama detectivesca con miles de giros y tramas falsas, porque se perderá, y lo que es peor: se aburrirá y dejará el libro.
  4. Los niños son lectores muy exigentes. Continuando con lo que hablábamos de las edades. Hay que ser muy cautos en el modo en que les explicamos las cosas. No le pongas a un niño de 6 años una descripción de personaje plagada de subordinadas adverbiales y sin un solo punto, porque además de necesitar una bombona de oxígeno se nos perderá por el camino. Y de la misma manera que a ninguno nos gusta leer un libro de Pérez-Reverte y estar continuamente yendo al diccionario para ver qué leñes es eso de las armas de avancarga, a un niño le fastidia enormemente estar sorteando vocablos que no comprende, y que lo único que hacen es dificultarle el placer de dejarse llevar con la lectura. Démosles pildoritas sí, pero sepamos adecuarnos a su lenguaje.
  5. La mirada infantil bebe mucho de su poco experimentada percepción del mundo. Y es muy peculiar. La clave para que un libro infantil sea bueno es sin duda la conexión. Si somos capaces de lograr que nuestro joven lector identifique lo que le contemos como propio, si se deja guiar por nuestras historias y si le resulta cercano a lo que él experimenta, habremos logrado nuestro objetivo.


Espero haber explicado a muy grandes rasgos que la Literatura Infantil y Juvenil merece ser tenida en cuenta con respeto. Los escritores de LIJ que deseen tener éxito han de poseer un amplio conocimiento no sólo de teoría de la literatura sino además de psicología infantil, algo que les resultará de gran utilidad. Y si tras leer esto alguien opina de la literatura infantil es un mero “juego de niños” que venga Ana María Matute y lo vea (y de paso le dé un soplamocos).

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Lo que mola de releer un libro que te leiste cuando tenías 8 años es que:

    1º te acuerdas de la sensación que tuviste cuando lo leías
    2º descubres que el argumento no está tan elaborado. Es previsible. Pero ¿y lo que te gustó descubrir quién era el malo? ¿Y la de noches que decías "un capítulo mas" porque no podías dejarlo?

    Cuando tienes 8 años es cierto que las cosas no son tan evidentes, pero eso sí ¡se te quedan grabadas!

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